Todos somos un ejemplo para los demás… y sólo a veces nos damos cuenta.
Y me incluyo en el título por qué todos vivimos en el mismo universo, todos nos mostramos de una u otra forma y todos nos influenciamos en mayor o menor medida. Hay ocasiones, muchas de ellas, en que no somos conscientes de ello, pero en verdad que todos somos ejemplo, y todos nos influenciamos de alguna forma.

Te lo mostraré con una historia.
La historia del ejemplo vivo en una noche de verano
Un día, un padre preocupón estaba pensando en su amor de padre cómo proveer diversión de fin de semana a la familia, así que aprovechando la llegada a la ciudad de un buen circo que decían tenía un lindo mensaje para los niños, decidió llevar a sus hijos a una función ese preciso fin de semana, lo que él no sabía, es que su niño interior también recibiría ese mismo mensaje.
Espero hasta el día de la función para darles la sorpresa a sus hijos y cuándo enfrente de la carpa llegaron sorprendió a los infantes mostrándoles que entrarían para disfrutar del espectáculo.
Dentro, toda la familia disfruto de cada una de las acrobacias, de los saltos y demás cosas que suceden en un espectáculo circense, ya casi al final, después de tantas sorpresas buenas, apareció en escena un bello baile musical de un malabarista que jugaba con un aro gigante en medio de la tarima, la música bailaba con los dos, la luz iluminaba y sombreaba cada movimiento del joven y el recinto se llenó de calma mientras todos los ojos seguían el baile armonioso del joven que soltaba el enorme aro y regresaba a él con una naturalidad como si el mimo aro estuviese vivo y a su modo bailara con el joven en la escena, o como si el aro supiera que él volvería y no lo dejaría caer inerte sin más inercia.
La belleza del momento era hipnótica y este esforzado padre que solo pensaba en las preocupaciones del día a día, rindió su mente a mi voz sutil que como siempre le dijo cómo le amo, no solo por ser padre, sino por ser mi hijo, por ser mi alma a la que puedo visitar y en la que vivo mis días en la tierra con la forma humana. Como lo vi tan ensimismado en el baile frente a él y en cómo su alma miraba la belleza del movimiento y la luz, decidí quedarme un poco más y sentarme junto a él, y desde el ultramundo, solo le dije que toda esa belleza, es lo natural de la vida, que él era como ese joven que sabe bailar con el mundo y sin preocupaciones podía soltar las obligaciones y de todos modos el tendría todo el control para saber cuándo tomar cada cosa en sus manos y que no se estrellaran contra el piso del descuido. Le dije que el tenía un poder de malabarista para sortear el baile del mundo de forma magistral, y al escucharme me sonrió dejando latir su corazón con mucha ilusión.
La verdad, yo también estaba muy contento que como el abuelo invisible de la familia mi muchacho me había escuchado, su niño interior también salió de lo profundo de su cuerpo y emergió para gritar que deseaba más libertad y así lo declaré en ese momento, al regresar del ultramundo a esta realidad sintió que deseaba hacer lo que su padre con había hecho una vez con él y emprender un viaje largo con sus hijos, conocer su país y mostrarles a los pequeños que era hacer un viaje con papá, pero no un viaje corto, si no uno muy largo, uno para no olvidarlo por el resto de sus días.
El acto del bailarín y el aro terminaron, la ejecución del bailarín fue magistral, las palmas le ovacionaron y mi padre-hijo se levantó de su asiento para agradecer la belleza que había admirado en cada movimiento. El bello bailarín se retiró hacia las bambalinas para desaparecer sin saber que había reconfortado a un corazón que dudaba y se preocupaba hasta el cansancio, el padre salió rejuvenecido por ver la perfección del movimiento, el adorno de la música y las caricias de la luz que exaltaban y marcaban la belleza. Esa noche, ese padre fue inspirado por un desconocido que le mostró cuál era la belleza real de hacer y dejar hacer, de soltar y no preocuparse por si las cosas caen o se sostiene, y de admirar que todos SOMOS perfectos, bellos y precisos.
El joven llegó a su habitación de hotel, bajo a cenar con sus colegas y hasta se relajó con una buena ducha, antes de dormir, saludo a sus padres que escuchaban alegres que su hijo coleccionaba las ovaciones sinceras de personas que disfrutaban de su espectáculo. Pero de ahí en más, él nunca supo lo que su bella danza había provocado.
Meses después, el rejuvenecido padre continuó con su idea hasta el final, tomó maletas y dejo preocupaciones para llevar a sus hijos a conocer los lugares que su padre le había mostrado cuando él era solo un niño travieso, en el curso del recorrido les contó las historias de lo que él había vivido en su travesía, las cosas que había comido y que había soñado en esos viajes con su padre.
Al paso de los días. Se relajó y hasta pensó en que podía y que debería viajar más con sus hijos, que el trabajo merecía su atención, pero no debía ser un factor preponderante en su vida. Todo eso pasó por ver la belleza de un baile, dentro de un circo, en una noche cualquiera, y lo más gracioso es que el actor principal no lo supo nunca.
Así sucede muchas veces, los demás nos miran en nuestro típico baile de la vida y se inspiran o se justifican, tal vez, más de una vez tú has bailado mostrando tu manera de hacer tus cosas y desde lo lejos o desde lo cercano los demás han encontrado inspiración o respuestas a sus dudas, pero igual que el joven bailarín tú no tienes el número exacto de cuántas veces ha sucedido.
Más, sin embargo, nada es casualidad en un universo que se expande, desde hoy tú sabes que más allá de lo que imaginas, tú eres ejemplo para los demás, te encargo muestres la mejor de tus interpretaciones, ERES un ejemplo para los demás.
Y así es.