La paternidad y la hijosidad espiritual –la relación con el padre espiritual.

Cuando todos necesitan algo por urgencia o necesidad, es común que se refieran a mí de una u otra forma,  en este mundo me ponen distinto nombre de deidad como Dios, ser supremo, el altísimo y tantos otros apelativos que cambian de país y religión.

Ser el padre de todos

Algo en frecuente es mi apelativo como padre y eso me concede la paternidad de todos, es decir que en nuestra relación yo soy la figura masculina más anterior a ti y de ahí en adelante muchos me otorgan la paternidad, la cual es un concepto fijo.

Padre e hija al cielo
Padre e hija mirando al cielo

Pero algo está faltando, porque aunque no lo creas, nos faltan palabras para terminar de solidificar esa relación, ya que no hay palabra para el estado de “hijosidad”, al menos, no en este idioma que estamos usando tú y yo.

El estado de “hijosidad”, al menos como sí lo utilizan en otras culturas y lenguas, establece el estado y la aceptación de ser hijo o hija de alguien; y es que en el español de las cosas, no hay ese concepto, un día descubrirás que si no hay palabras descriptivas en un idioma, hay un hueco mental en las mentes que utilizan ese idioma, así que hoy, contra toda regla de ortografía, morfología y hasta gramática, quiero que hablemos del estado de “HIJOSIDAD” .

Vamos a definir que el estado de “hijosidad”es el estado de aceptarse, definirse y pertenecer como vástago natural de alguien, ese alguien YO SOY, así de simple.

Y es que te digo todas estas cosas, porque en esta relación de padre en espíritu falta la de hijo en espíritu y carne. Ya te dije que la falta de conceptos y palabras cera un hueco mental en los hablantes de ese idioma, y la falta de esta palabra-concepto provoca una distancia que el día de hoy quiero acortar con un pecado ortográfico y llamarle el estado de “hijosidad”.

La “hijosidad”es el estado en donde tú aceptas ser mi hijo o hija, y aunque te parezca que sólo se necesita usar el término “hijo(a)” y ya, en realidad, estoy aprovechando el juego de palabras y taladrar la roca de la indiferencia para decirte que en realidad lo que hace falta aquí es que despiertes cada mañana y que camines bajo el sol todos los días con la impresión firme en tu vocabulario de que aceptes nuestra relación. Ya que, si yo acepto la paternidad y me obligo a ser cumplido con eso de que me llamen padre, que acaso no deberías tu contestar a pregunta explicita de “¿quién eres” contestar “un hijo(a) de Dios, el altísimo, el santísimo, el padre de los cielos, etc., etc. 

Si logras meter el concepto y luego la certeza de ser mi hijo o hija, tu caminar, hablar y vivir cambiarán mucho, no sentirás la soledad de estar solo por la vida, sentirás que la caminas para experimentarla y que papá está tras de ti todo el tiempo. Si algo sale mal, estoy en la casa en donde siempre tienes tu lugar como mi pequeño(a) que está en el mundo de lo físico.

Por el momento, si te preguntan eso de quién eres, no respondes con esa seguridad por qué te falta meter en tu cabeza el concepto de “hijosidad espiritual”, navegas mucho por la vida como un huérfano que sí tiene padre y madre, pero que nunca integra en su vida diaria el concepto de pertenencia a una familia que no es física, pero a la que recurres cuando tienes alguna necesidad. Como te lo he dicho, algo falta ahí, y eso es meter en la cabeza la “hijosidad espiritual”.

Así que si consideras que yo soy tu padre en el más acá, ese de las emergencias y los milagros, aunque la palabra no exista en el español acéptate como mi hijo(a), y compórtate y condúcete como de mi familia, porque desde antes del inicio de todos los tiempos, siempre lo ERES.

Y así es.